Y le es entregado a él por dos motivos, el primero, su adhesión incondicional a Sectibañez junto con el magnate de la sidra (dos personajes muy ranchus) y el segundo motivo es su entendible quemazo con el bueno de Pepiño el murciano. Tamar se contuvo y pese a que las cosas parecían ir a peor, no hubo sangre ni miembros cercenados (lo que lamentamos profundamente desde La Guarida), pero a cambio, el arbusto nos dejó una de las sentencias más magníficas de los últimos tiempos que, con su permiso, será desgranada en la sección de Citas Célebres.
Felicidades, Ranchu.
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